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Marcos de Menfis llevó esta doctrina a España. Prisciliano de Ávila, su discípulo, la transmitió a Aquitania. Prisciliano, acusado por Idax y Didax, dos obispos intrigantes, fue decapitado en Tréveris en Alemania por el tirano Máximo. Su memoria fue defendida por Martín de Tours y sus cenizas llevadas triunfalmente a España en el año 382, en medio de plegarias y cánticos.Poco después de la muerte de Prisciliano, Vigiliantio de Caliguria visitó Italia, Palestina y Egipto, entrando en contacto con Sulpicio Severo,
Paulino de Nola, San Jerónimo y Exuperio de Toulouse. Predica su reforma paulina y bíblica en los Pirineos. Desapareció con la insurrección de los bagaudas.Prisciliano y Vigiliantio desaparecen, pero sus iglesias se mantienen incluso bajo el yugo de los bárbaros. Crecen con la ruina de los godos y se convierten en el alma espiritual de los Pirineos. Se encarnan en los Jaunas cantabros de Toulouse. Los jaunas que luchan contra Carlomagno, quien impuso el catolicismo, provocan el drama de Roncesvalles e impiden, durante quinientos años, que los obispos carolingios se establezcan al pie de los Pirineos. |
En el año 1000 estas iglesias aún subsisten. Los discípulos de Marcos y de Prisciliano habían acrecentado sus comunidades. Algunos incluso habían retomado el camino de la Galia y de la Alemania que Prisciliano había señalado, como Félix, obispo de Urgel, apresado por Carlomagno en Aix-la-Chapelle (actual Aken, Alemania) en el año 800. En 1008, el ‘priscilianismo’ sube a las hogueras de Orléans, con Lisois. El ‘vigilantianismo’ es proseguido por Gandolfo en el sínodo de Arras (1025). Más tarde, encontramos a Valdo y a Nicetas. Su genealogía espiritual sigue siendo Patmos y Jerusalén. |
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